martes, 8 de marzo de 2011

Diario de escuela

Hace 20 años cuando tuve la maravillosa oportunidad de compartir mis saberes con la juventud, creí que el único problema al que me enfrentaría sería la apatía o el desinterés de algunos alumnos cobijados por sus padres, poco a poco me fui dando cuenta que los conflictos familiares pero sobre todo la indiferencia de los padres hacia sus hijos, era lo que más los dañaba. Hasta entonces esos eran los mayores problemas en la práctica educativa.
Hoy no solo tenemos que luchar contra estos inconvenientes, también el ambiente escolar que propicia un Director de escuela puede ser el desencadenante para una enseñanza exitosa o muy por el contrario se convierte en el mayor traspié de la educación.
La escuela a la que he servido por 20 años se encuentra secuestrada bajo el prepotencia de un director que lejos de ser un líder que invite al trabajo se ha convertido en un ojo acusador e instigador, su ignorancia y falta de liderazgo lo han llevado a ejercer el poder de manera autoritaria.
Mi trabajo y el trabajo de muchos de mis compañeros nos respalda, es por eso que su prepotencia no ha logrado inspirarnos el miedo deseado por él, pero esto no basta, el ambiente escolar se torna desconfiado y a veces parece que su afán de dividir al personal de la escuela tendrá éxito.
Nuestros alumnos intuyen el deteriorado sistemas de relaciones que existe entre el personal y ellos, como los docentes son víctimas de la prepotencia de un mal director.
Bastante tenemos con la apatía de algunos alumnos, con la indiferencia de los padres de familia, con algunas discapacidades que se vuelven obstáculo para nuestros alumnos, con la deteriorada economía familiar que a veces solo les permite a nuestros niños una comida al día y los materiales para su estudio brillan por su ausencia. A todo esto se le suma un mal director que cree que es el jefe y que los maestros tenemos que lavar su coche si él así lo solicita.